No es que tú aprendas mejor a comprender sus mecánicas propias o a sacar su provecho (que también), sino que el título contiene muchas más sorpresas de lo que parece una vez has pasado decenas de horas junto a él.
Dead by Daylight exige muchas horas para poder llegar a este punto, pero si la propuesta te gusta seguro que consigues alcanzarlo con gusto. Es increíble el nivel de profundidad que puede llegar a tener un videojuego de este estilo, en el que a primera vista solo encuentras a cuatro jugadores que deben activar unos generadores para poder escapar de otro jugador que trata de darles caza.
En su sistema de progresión encontramos la clave, ya que existen perks, habilidades y objetos que pueden cambiar nuestra manera de jugar y que también afectan de lleno al desarrollo de todas las partidas. Y eso es algo que tardas en comprender y en descubrir, pero una vez hecho se convierte en un regalo muy placentero.
Para que me entendáis mejor aquellos que no hayáis jugado nunca a Dead by Daylight o los que todavía no hayan entrado en esa fase de profundidad, hablo de descubrir aquellas habilidades que realmente marcan la diferencia de una partida, y con las que hay que saber jugar. Tener autocuración, por ejemplo, o la habilidad de desenganchar a un compañero y aguantar un golpe más del asesino en esos primeros segundos, puede ser la clave de la victoria o la derrota. Pero lo mismo ocurre con los asesinos, con posibilidades tales como poder matar a un superviviente concreto nada más lo encuentre, o activar diferentes habilidades extremadamente fuertes si logra cumplir ciertos subobjetivos durante la partida. Ya no es una competición entre el gato y los ratones, sino que estos se arman y tratan de utilizar sus ventajas.
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